Soltamos los deseos,
que convertimos en vida real.
Nos amamos toda la noche,
y en el día,
y nos pedimos cuentas
para volverlas a hacer.
Tomamos nota.
Aprendemos,
más y más,
a ser felices
en este fugaz milagro
que es la vida real.
Convertimos nuestros deseos
y llegamos al costado
de la dicha.
Advertimos el placer
de experimentar lo soñado.
Ya parece que aprendemos.
Milagro, sí.
Juan T.
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