Nos debemos convertir en pioneros,
aunque estemos en un camino repetido. Comprendamos desde la conversión de
intereses, que se han de conjugar en primera persona y en positivo. Por ende,
nos juntaremos cada día para compartir y extender la dicha.
No apaguemos, por favor, los fuegos
que dan impulsos. No nos quedemos atrás. Figuremos con nutrientes que nos
envíen a ese comienzo perpetuo que nos invita a inaugurarnos constantemente sin
vueltas inútiles. Debemos fugarnos hacia el contento.
Ganemos esa partida que nos repara,
que no sana con invitaciones a ser nosotros mismos en una singladura con bagaje
saludable. Nos dispondremos sin intereses vacíos y fragmentadores.
Pongamos toda la voluntad del
universo en que nuestro cuerpo funcione, y también nuestra mente, a la que
hemos de atraer hacia el lado más hermoso. No nos resistamos a la evidencia de
que opera lo bendito.
Transformemos las armas malditas en
argumentos de consenso, de ayuda, de permanencia en el bando menos hostil.
Podremos ser más y más joviales, si queremos, claro. Detengamos los nefastos
propósitos, que siempre nos enredan en una falta de equilibrio.
Viajemos para dar con lo que sucede
en firme, y saquemos el provecho de las razones, sean éstas objetivas o
subjetivas. Las verdades han de entrelazarse para mitigar lo negativo y
expandir lo magnífico, que no se ha de parar ante los caducos y tóxicos.
Podemos arrancar sensacionales
aromas. Debemos seguir con dignidad y entusiasmo. No acampemos en un lugar
estanco. El movimiento nos regala la demostración de quienes somos. Y tanto.
Juan TOMÁS FRUTOS.