Es el barco de mis sueños. Reconozco
en él a cada una de las personas que emprendieron una singladura eterna. Había,
con ellas, multitud de deseos, de elucubraciones, de afanes, de estimaciones,
de entregas, de vacíos, de superaciones, de dudas, de fugas, de lastres, de
ligerezas, de fortunas, de azares diversos.
Cada minúsculo concepto y elemento
se aglutinó para propiciar la nave de la heroicidad. Cada recoveco humano
estuvo allí. Con seguridad en esa óptica reside el triunfo sobre la fatalidad,
que aguardaba desde su gestación.
Ahora una muestra nos recuerda lo
que fue, lo que tuvo, los fríos datos, las cifras elocuentes. Se trataba de en
una ingente inversión, y, fundamentalmente, de un compendio de gentes, representativas
de la sociedad de ese momento, con sus luces y sus sombras, que aquí, en esta
exposición, se rememoran. Aquella noche entre el 14 y el 15 de abril de 1912 no
se acabó el transatlántico, sino que comenzó la leyenda.
Ecos en la actualidad
Por eso, querido Titanic, formas parte de ese enamoramiento
colectivo e individual que caracteriza mi infancia y mi adolescencia, y
seguramente tilda todo lo que ha venido después.
Escudriño cubiertas, camarotes,
salas de baile... y todo me apega a un destino poliédrico. Hubo amor, pero
también ruptura. El tiempo nos ha legado, por fortuna, el paisaje y el
paisanaje de aquella aventura. Lo interno, en la actualidad, se hace externo, y
surge la gloria, en ti y por ti, de lo heroico.
Las conversaciones, cuyos ecos aún
escuchamos, nos conducen por los espacios vacíos. Hubo aire, ahora queda el
agua, y mañana ya se verá...
Nos alzamos, con esta propuesta
cultural, en la proa de un hermoso recuerdo que nos emplaza en una atalaya
particular, con un ferviente idealismo, como si nos fuéramos a empapar del universo
y de sus estrellas. Cada detalle se añade a la pasión de la historia, a lo
sencillo, a lo que pudo acontecer.
Eres ese Titanic que todos portamos dentro. Apareces, como ese iceberg
mortal que te truncó, sin que nos demos cuenta. Es tremendo que nos hayamos
fundido en ti sobreviviendo a todo. No obstante, en mi sueño no te hundes. Al
contrario. Daremos contigo miles de vueltas al planeta, y puede que más allá.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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