Hay frases
brillantes que te dejan sorprendido y enganchado a ellas durante días por la
fuerza y la verdad que albergan. Es el caso de la que le escuché hace unos días
a mi querido amigo (nos llamamos parientes) Juan Antonio Pedreño Frutos. Nos resaltó a cuantos le escuchamos
que hemos pasado del siglo de la competencia a lo que debería ser el siglo de
la cooperación, de la colaboración.
Estoy totalmente de acuerdo. Hemos de mudar de presuponer que tenemos que ser los primeros, en un crecimiento hasta la enésima potencia, a saber que solo mirándonos desde el respeto y las buenas intenciones, que únicamente dando y recibiendo desde la equidad (o un intento de ésta) y la justicia, podemos llegar a un futuro prometedor.
Europa no puede caer ante los imperios supra-económicos que
acabarán entrelazando finanzas que aspiran a ser globales con China, Estados Unidos o mafias diversas.
Somos el testimonio de una evolución en el Estado del Bienestar que procura (o
debería) mejorar la situación de los últimos. Las necesidades más acuciantes
deben ser subsanadas por un mecanismo corrector que alimente una tercera vía
que evite que salten por los aires los más vulnerables, entre ellos los niños,
los ancianos, los pobres. Mañana podemos estar ahí cualquiera de nosotros.
No hay varitas mágicas para poner
solución a los agravios, desmanes, desniveles y desproporciones que generan los
sistemas de economía, que tantos enigmas intentan conservar. Lo que sí debemos
defender es mucha educación, mucho entendimiento y, en paralelo, gestar todo
movimiento o actuación desde la buena intención, que nos llevará lejos, aunque
sea lentamente. Nos hemos de mover con decoro y humanidad.
Nada se ha conseguido en la
historia sin la cooperación. Los buenos han de aliarse, deben estar en comandita,
reducir sus diferencias, mejorar los diálogos, seguir adelante desde la premisa
de que el ser humano, como nos recordaban los clásicos griegos, es la medida de
todas las cosas en la Naturaleza. Para ello, igualmente, hemos de ser
referentes.
Sabia frase, pues, la de Juan Antonio Pedreño, al frente de las
cooperativas murcianas, españolas y europeas, un señor modélico para la
sociedad que ha surgido de una Huerta que siempre supo que, cuando vienen los
instantes críticos, todos hemos de arrimar el hombro. La competencia excesiva
es avaricia. Dice el refranero que “el
hambre que no tiene hartura no es hambre pura”. Miremos, por favor, en
aquellos de los que podemos aprender.
Además, no olvidemos que los
deseos han de estar compartidos con dosis de sabiduría. Debe haber un punto de
inflexión, cuando no intermedio, entre lo objetivo y lo subjetivo. Si nos
rodeamos de imposibilidades iremos camino de la nostalgia. Si reclamamos lo
rutinario nos trasladaremos al hastío. Un poco de mesura, por ende.
Con sorpresa, con pasión, con amistad y camaradería podemos mucho. Nos lo dice Pedreño. Lo importante es que tiene razón.
Juan Tomás Frutos.
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